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La Importancia de Manternos Unidos en Nuestra Congregación

La Importancia de Manternos Unidos en Nuestra Congregación

Jesús y los discípulos

La reunión estaba tensa (Juan 13-16). El Maestro ya había hablado mucho, pero sus discípulos, que deberían liderar la iglesia, todavía no habían entendido prácticamente nada. Él se iría y ellos deberían cuidar, nutrir y hacer crecer un gran proyecto en la fase de fragilidad de recién nacido: el cristianismo. Pero aparentemente el éxito de ellos se resumía solo a conseguir que lo siguieran. Empequeñecidos, fallaban porque les faltaban propósitos (Marcos 14:9-11), no tenían suficiente comprensión (o aceptación) de los propósitos de Dios (Marcos 10:35-45), carecían de autoconocimiento (Marcos 14:17-19; 27-31), eran miedosos y cobardes (Marcos 14:50), insensibles (Marcos 6:35-37; 10:13) e incapaces de ministrar (Mateo 17:16-21).

Materialistas, mesquinhos, individualistas, políticos e egoístas (Lucas 22:24) eran, en realidad, “hombres de poca fe” (Mateo 8:26). “En estos primeros discípulos había notable diversidad. Habían de ser los maestros del mundo, y representaban muy variados tipos de carácter. A fin de realizar con éxito la obra a la cual habían sido llamados, estos hombres, de diferentes características naturales y hábitos de vida, necesitaban unirse en sentimiento, pensamiento y acción”.[2]

El cuerpo de Cristo

El cuerpo de Cristo tiene un mensaje que no puede verse solo como un bien de la antigüedad, no debe ser considerado como algo secundario, y mucho menos puede ser destruido en desuniones. Eso haría que el mensaje fuera mal interpretado y distorsionado por los no miembros. Y así, iría a diluir la misión de la iglesia. El diablo es especialista en crear discusiones teológicas, filosóficas, epistemológicas, politiquerías pragmáticas, e incluso bíblicas, a fin de comprometer el discipulado. Y eso no puede suceder (2 Timoteo 2:16; Gálatas 1:18-19; Tito 3:9).

Mientras los cristianos se ocupan en luchar por vanidades intelectuales, ventajas o supremacías, la obra queda impedida hasta incluso de comenzar. Cuando no hay unidad, la iglesia queda irrelevante. Queda destituida de pasión por la misión y termina reducida a un evangelio que no alcanza a la comunidad. La desunión hace que la competición por el poder, la envidia, los celos ocupen el lugar que debería ser llenado por el Espíritu Santo. Es imposible crear un ambiente propicio para el reavivamiento donde existen divisiones, malentendidos y controversias.

Como explicarles y volver a explicarles eso a los discípulos todavía no era suficiente para llevarlos a entender esas cosas, Jesús apeló a la oración. Si leemos Juan 17:11, 21 y 22, veremos cuál era el deseo de Cristo. Para él sería muy importante que la relación entre sus seguidores demostrara la autenticidad de la fe cristiana. “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21).

Sabiendo que pronto sería crucificado y no estaría más con aquellos hombres, el Maestro le suplicó a Dios que hubiera unidad entre ellos. No era necesaria la uniformidad; bastaba con tener unidad. Ellos debían estar unidos para establecer una identidad (Juan 13:34-35), unificar un mensaje (Apocalipsis 14:6-12), realizar la beneficencia social (Hechos 4:32-33), orar (Hechos 1:14), cumplir la misión (Mateo 28:16-20) resolver problemas (Mateo 18:15-22), respetar las jerarquías eclesiásticas (Hechos 15:1-31), defender la integridad doctrinaria (Hechos 20:1, 27-32) y ser confirmados en el ministerio (Hechos 9:26-30). Alcanzar eso sería lo mismo que dar lugar al Espíritu Santo (Efesios 4).

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